ABDERRAHMAN III

Abd al-Rahmán ibn Muhámmad (en árabe, عبد الرحمن بن محمد) (Córdoba (Qurṭuba), 7 de enero de 891-Medina Azahara, 15 de octubre de 961), más conocido como Abderramán III, fue el octavo y último emir independiente (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961), con el sobrenombre de al-Nāṣir li-dīn Allah (الناصر لدين الله), «aquel que hace triunfar la religión de Dios» ('de Alá'). Mestizo hispanoárabe pues era hijo de la cautiva Muzna o Muzayna (Lluvia o Nube), el califa Abderramán vivió setenta años y reinó cincuenta. Fundó la ciudad palatina de Medina Azahara, cuya fastuosidad aún es proverbial, y condujo al emirato cordobés de su nadir al esplendor califal. Dedicó gran parte de su reinado a acabar de someter el territorio del emirato, desgarrado por numerosas rebeliones, mediante una mezcla de persuasión, prebendas y fuerza.

De él dijo su cortesano Ibn Abd Rabbihi que «la unión del Estado rehízo, de él arrancó los velos de tinieblas. El reino que destrozado estaba reparó, firmes y seguras quedaron sus bases (…) Con su luz amaneció el país. Corrupción y desorden acabaron tras un tiempo en que la hipocresía dominaba, tras imperar rebeldes y contumaces». Bajo su mandato, Córdoba se convirtió en un verdadero faro de la civilización y la cultura, que la abadesa germana Hroswitha de Gandersheim llamó «Ornamento del Mundo» y «Perla de Occidente».

La Crónica anónima de al-Nasir resume así su reinado:

En el 929 desafió la autoridad religiosa de las dinastías rivales de fatimíes y abasíes y se proclamó califa. El periodo califal (929-961) fue el más brillante de su reinado: logró someter a las marcas fronterizas a su autoridad, derrotar en diversas ocasiones a los fatimíes en el Magreb —aunque no eliminar esta amenaza— y dominar a los Estados cristianos del norte de la península, a pesar de los descalabros militares, en especial la grave derrota en Simancas. Si durante los veinte primeros años de su reinado mantuvo una intensa actividad militar, tras la derrota de Simancas no volvió a participar en persona en las campañas. El califato, convertido en un importante Estado a finales del reinado de Abderramán, mantuvo relaciones diplomáticas con el Imperio bizantino y el Sacro Imperio Romano Germánico.

Derrotado en la batalla de Simancas por Ramiro II de León (939), fue incapaz de reducir a los reinos cristianos del norte de España. A su muerte dejó por legado un poderoso califato forjado por la fuerza de las armas, uno de los Estados más poderosos del Occidente europeo, que, sin embargo, se derrumbó en poco más de medio siglo.

El futuro emir Abderramán —en árabe, «siervo de Dios»—, tercero de su nombre y octavo de la dinastía ibérica, era nieto de Abdalá I, séptimo emir independiente de Córdoba, descendiente de los omeyas que antaño habían regido el Califato de Damasco (661-750) y cuyo poder se había restablecido en la península ibérica. Nació el 7 de enero del 891. Era hijo de Mohamed, primogénito de Abdalá, y de Muzna o Muzayna (que significa lluvia o nube), una concubina cristiana probablemente de origen vascón que pasó a ser considerada una umm walad o «madre de infante» por haber dado a su señor un hijo. Una de sus abuelas, Onneca —compañera de Abdalá—, era también de origen vascón, pues era hija de un caudillo pamplonés, Fortún Garcés. Así, su origen era principalmente hispanovasco y solo en una cuarta parte árabe. Abderramán nació el 7 de enero del 891. Se convirtió pronto en el nieto favorito de su abuelo el emir.

El nieto del emir cordobés recibió el nombre de Abderramán y la kunya de Abul-Mutarrif, los mismos que tuvieron su tatarabuelo Abderramán II y el fundador del emirato omeya en al-Ándalus, Abderramán I. El nombre Abd al-Rahman significa «el siervo del Dios misericordioso», y Mutarrif quiere decir, entre otras cosas, «el combatiente o héroe que ataca valientemente a los enemigos y los rechaza», en suma «caballero noble», «distinguido» y «campeón». La kunya Abul-Mutarrif, impuesta a un niño que recibía intencionadamente el nombre de Abd al-Rahman podría entenderse como una esperanza de que fuera un campeón al servicio de Dios y restaurara el poder de la declinante dinastía omeya.

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EL CID

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