ABDERRAHMAN II

Abū l-Mutarraf ‘Abd ar-Rahmān ibn al-Hakam (en árabe: أبو المطرف عبد الرحمن بن الحكم), más conocido como Abderramán II (Toledo, octubre-noviembre de 792 - Córdoba, 22 de septiembre de 852), hijo y sucesor de Alhakén I, fue el cuarto emir omeya de Córdoba desde el 25 de mayo de 822 hasta su muerte.

Tenía treinta años de edad cuando accedió al trono y, como su padre y su abuelo, tuvo que reprimir las pretensiones al trono de su tío Abd Allah. Se entregó a la tarea de reorganizar administrativamente Al-Ándalus. Intentó presentar una imagen de moderación ante los mozárabes y los musulmanes sometidos a la férula de la aristocracia árabe. Consciente del poder e influencia de los alfaquíes, ordenó derribar el mercado de vinos de Saqunda, cerca de la capital cordobesa, contrario a los preceptos del Corán. Luego, como concesión al populacho, crucificó al responsable de la política fiscal de su padre, un cristiano que las fuentes llaman Rabí.

La paz restablecida en España por el emir Abuljatar, al sofocar la contienda entre los árabes beledíes y sirios en el siglo anterior, no fue duradera. Dicho emir, que comenzó su gobierno midiendo a todos por igual, se inclinó pronto por los yemeníes, en perjuicio de sus rivales los muradíes, dando lugar a que estallase de nuevo la guerra civil con tanto o mayor encarnizamiento que antes. Los primeros, es decir, los yemeníes, habían conquistado y fijado su asiento en el Yemen, la parte más floreciente de la Arabia meridional, muchos siglos antes de nuestra era, subyugando a la raza de origen incierto que habitaba dicho país. Los muradíes o caisíes eran descendientes de Ismael y habitaban el Hechaz, en la cual se hallan La Meca y Medina. Ambos pueblos o tribus constituyeron, por decirlo así, la primera materia del imperio musulmán.

Recién estrenado el emirato de Abderramán II, estalló una guerra en la Kora de Tudmir, en el sureste peninsular, entre los clanes de yemeníes y muradíes. La chispa saltó en Lorca, donde tuvo lugar el célebre combate de al-Musara. La guerra entre yemeníes y muradíes ya duraba siete años y la cora fue pacificada por el general omeya ibm Mu’awiya ibn Hisan, y se habla de 3000 rebeldes muertos, incluido su comandante el yemení Abu Samaj.

Las tropas de Abderramán destruyeron entonces la ciudad-refugio de los rebeldes, Eio, y el Emir decidió trasladar la capital de la cora desde Orihuela a una ciudad de nueva planta, Madina Mursiya, fundada el domingo 25 de junio de 825. Murcia se alzaba sobre una pequeña elevación a orillas del río Segura, al objeto de pacificar el territorio, potenciar el desarrollo y afianzar la autoridad emiral. El general Chabir fue el primer gobernador de Murcia.

Abderramán II fomentó las ciencias, las artes, la agricultura y la industria. Durante su reinado se introdujo en al-Ándalus el sistema de numeración indo-árabe, llamada de posición, con base decimal. Inició, desde antes de ser proclamado emir, una biblioteca que llegó a ser numerosísima, para lo cual encargó a personas de alta cualificación que le trajeran de Oriente los ejemplares más interesantes y de mayor aportación al saber, comenzando de esta forma una buena colección de libros. Atrajo a Córdoba a los más ilustres sabios de su época y cultivó personalmente la poesía. Su brillante corte estuvo dominada por las figuras del músico Ziryab, el alfaquí Yahya (un religioso intolerante y ambicioso), la concubina Tarub (mujer intrigante y avariciosa que deseaba conseguir el trono para su hijo Abdalá) y el eunuco Nasr (un español cristiano que abandonó su fe y su hombría para medrar en la administración emiral).

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