LA BATALLA DE AUSTERLITZ

La batalla de Austerlitz, también conocida como la batalla de los Tres Emperadores, enfrentó el 2 de diciembre de 1805 a un ejército francés comandado por el emperador Napoleón I contra las fuerzas combinadas ruso-austríacas del zar ruso Alejandro I y el emperador austríaco Francisco I en el contexto de las Guerras Napoleónicas. Fue una de las mayores victorias de Napoleón, pues el Primer Imperio francés aplastó definitivamente a la Tercera Coalición tras casi nueve horas de difícil combate. La batalla tuvo lugar cerca de Austerlitz, actual Slavkov u Brna, a unos 10 km al sureste de Brno, en Moravia, entonces parte del Imperio austríaco y hoy en la República Checa. Austerlitz puso fin rápido a la guerra de la Tercera Coalición y pocas semanas después se firmó el Tratado de Presburgo. La batalla es considerada una obra maestra táctica de Napoleón, a la altura de Cannas o Gaugamela.

Después de eliminar a un ejército austríaco durante la batalla de Ulm, las fuerzas francesas lograron tomar Viena en noviembre de 1805. Los austríacos evitaron otro choque hasta que la llegada de los rusos les otorgó ventaja numérica. Napoleón envió a su ejército al norte en persecución de los aliados, pero después les ordenó retroceder para así fingir debilidad. Desesperado por entablar combate contra las fuerzas aliadas, Napoleón trató de demostrar en los días previos al gran enfrentamiento que su ejército no estaba en condiciones de combate, llegando para ello a abandonar una estratégica posición en la colina Pratzen cerca de Austerlitz. Desplegó al ejército francés al pie de Pratzen y debilitó de manera premeditada su flanco derecho para incitar a los aliados a atacarlo allí para después rodearlos con el resto de sus fuerzas. El III Cuerpo del ejército francés dirigido por el mariscal Davout tuvo que realizar una marcha forzada desde Viena para cubrir a tiempo la brecha dejada por Napoleón. Mientras tanto, el contundente ataque ruso-austríaco contra el ala derecha francesa desguarneció su centro en Pratzen, algo que aprovechó el mariscal Soult para atacar con fiereza con el IV Cuerpo del ejército francés. Con el centro de los aliados totalmente aniquilado, los franceses barrieron los dos flancos del enemigo, obligaron a sus tropas a huir en total caos y capturaron miles de prisioneros.

El desastre de los aliados golpeó profundamente la confianza del emperador Francisco en el esfuerzo de guerra liderado por los británicos. Francia y Austria acordaron inmediatamente un armisticio y poco después, el 26 de diciembre, se firmó el Tratado de Presburgo, por el cual Austria quedaba fuera tanto de la guerra como de la Coalición, al tiempo que se reforzaban los términos acordados en los anteriores tratados de Campo Formio y Lunéville entre ambas naciones. Este tratado también confirmó la pérdida de posesiones austríacas en Italia y Baviera en favor de Francia, así como en Alemania en favor de los aliados alemanes de Napoleón. También se les impuso una indemnización de cuarenta millones de francos a los derrotados Habsburgo y se permitió a los rusos que huían el paso libre por territorio hostil de camino a su patria. Por otra parte, la victoria francesa en Austerlitz permitió la creación de la Confederación del Rin, compuesta por varios estados alemanes que debían actuar como zona de amortiguación entre Francia y Europa Central. La Confederación hizo prácticamente inútil el Sacro Imperio Romano Germánico, de modo que este se derrumbó en 1806 después de que Francisco abdicara del trono imperial y mantuviera el título de Francisco I de Austria como el único oficial. Estos cambios, sin embargo, no supusieron una paz duradera para Europa. La preocupación de Prusia ante la creciente influencia francesa en el continente acabaría provocando el estallido de la guerra de la Cuarta Coalición en 1806.

Europa había estado en crisis desde el inicio de las Guerras revolucionarias francesas en 1792. En 1797, tras cinco años de conflicto, la Primera República Francesa sometió a la Primera Coalición. Se formó una Segunda Coalición en 1798, que también resultó derrotada en 1801 y dejó a Gran Bretaña como el único oponente del Consulado francés. En marzo de 1802 Francia y el Reino Unido acordaron poner fin a las hostilidades con la Paz de Amiens, con la que por primera vez en diez años toda Europa estaba en paz. Sin embargo, persistieron numerosos problemas entre ambas partes que hicieron cada vez más difícil la implementación del tratado. El Gobierno británico estaba resentido por tener que entregar la mayoría de sus conquistas coloniales desde 1793 y Napoleón se enfureció porque los ingleses no habían evacuado sus tropas de la isla de Malta. La tensa situación no hizo sino empeorar cuando Napoleón envió una fuerza expedicionaria para aplastar la Revolución haitiana. En mayo de 1803 el Reino Unido le declaró la guerra a Francia.

En diciembre de 1804 un acuerdo anglo-sueco llevó a la creación de la Tercera Coalición. El primer ministro británico William Pitt empleó 1804 y 1805 en una intensa actividad diplomática orientada a formar una nueva coalición contra Francia y, en abril de 1805, Gran Bretaña y Rusia firmaron una alianza. Habiendo sido derrotados dos veces en tiempos recientes por Francia, Austria se unió a la coalición unos meses después en busca de venganza.

Antes de la formación de la Tercera Coalición, Napoleón había reunido una fuerza de invasión llamada el Ejército de Inglaterra en seis campos alrededor de Boulogne, en el norte de Francia, con la intención de utilizarla para atacar las islas británicas. Aunque nunca pusieron pie en suelo inglés, las tropas de Napoleón recibieron una cuidadosa y muy valiosa formación para cualquier operación militar. A pesar de que el aburrimiento hizo mella en las tropas, Napoleón las visitó en varias ocasiones y realizó varias vistosas paradas militares para levantar su moral.

Los hombres de Boulogne formaron el núcleo de lo que Napoleón más tarde llamaría La Grande Armée. Al principio, este ejército francés contaba con unos 200 000 hombres organizados en siete cuerpos, que fueron grandes unidades de campo que contaban con entre 36 y 40 cañones cada uno y eran capaces de acciones independientes hasta que otros cuerpos acudieran a su rescate. Un solo cuerpo bien situado en una fuerte posición defensiva podía sobrevivir al menos un día sin apoyo, dando así a la Grande Armée un sinnúmero de opciones estratégicas y tácticas en cada campaña. Como corolario a estas fuerzas, Napoleón creó una reserva de caballería de 22 000 unidades organizada en dos divisiones de coraceros, cuatro de dragones montados, una de dragones desmontados y una de caballería ligera, todos con el apoyo de 24 piezas de artillería. Para 1805 la Grande Armée había aumentado hasta los 350 000 hombres, en general bien equipados, entrenados y dirigidos por oficiales competentes.

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