JEAN F. CHAMPOLLION Y LA PIEDRA ROSETTA

Jean-François Champollion, conocido como Champollion el Joven (Figeac, departamento de Lot; 23 de diciembre de 1790-París, 4 de marzo de 1832), fue un historiador (lingüista y egiptólogo) francés, considerado el padre de la egiptología por haber conseguido descifrar la escritura jeroglífica gracias principalmente al estudio de la piedra de Rosetta. Se doctoró en Historia Antigua por la Universidad de Grenoble.

Jean-François Champollion nació el 23 de diciembre de 1790 en Figeac, un pueblo de la región de Mediodía-Pirineos, y fue bautizado ese mismo día en la Iglesia de Nuestra Señora del Puy. Su padre, Jacques Champollion, procedía de Valbonnais, una pequeña población cercana a Grenoble, y se había dedicado a la venta ambulante de libros hasta que se trasladó a Figeac y consiguió abrir su propia librería en la plaza del mercado. Allí conoció a Jeanne-Françoise Gualieu, una chica de buena familia aunque analfabeta, con quien se casó en 1773 cuando ambos tenían treinta años. Jean-François fue el último de sus siete hijos y tuvo tres hermanos: Jacques-Joseph, Guillaume, muerto al nacer, y Jean-Baptiste, fallecido cuando tenía dos años; además de tres hermanas: Thérèse, Pétronille y Marie-Jeanne.

Nacido en plena Revolución francesa, hasta los siete años no recibió ninguna educación formal ya que las escuelas, casi todas regentadas por órdenes religiosas, habían sido cerradas. Con su madre frecuentemente enferma y con un padre ausente debido a sus viajes laborales, Jean-François estuvo al cuidado de su hermano Jacques-Joseph, doce años mayor que él, y de sus tres hermanas mayores. Intentó aprender a leer, escribir y dibujar por su cuenta, hasta que Jacques-Joseph, autodidacta e interesado por la historia antigua, comenzó a darle clases, pero pocos meses después, en julio de 1798, tuvo que trasladarse a Grenoble, donde su padre le había conseguido trabajo. En noviembre ingresó en la escuela primaria, que había reabierto de nuevo, pero aunque muy inteligente, no conseguía adaptarse a la exigencia escolar, era flojo en ortografía y tenía aversión a algunas asignaturas, sobre todo a las matemáticas, así que por sugerencia de su hermano se le consiguió un profesor particular. El elegido fue Dom Calmels, un benedictino con el que hizo grandes progresos en el estudio del latín y del griego, aunque seguía manteniendo una actitud errática y, cuando Calmels juzgó que no podía enseñarle nada más, sugirió a Jacques-Joseph que para desarrollar su talento tendría más oportunidades en Grenoble. Champollion llegó a Grenoble en marzo de 1801, recién cumplidos los diez años, y con el tiempo llegaría a considerar la ciudad como su verdadero hogar por delante incluso de Figeac.

Jacques-Joseph por aquel entonces se había cambiado el apellido por Champollion-Figeac y a Jean-François también le llamaron a veces así, pero el prefería diferenciarse como «Champollion le Jeune» (Champollion el Joven). Su hermano primero le asignó un profesor particular y después le dio clases el mismo hasta que, en noviembre de 1802, lo matriculó en la escuela privada del abate Dussert, una de las mejores y más caras de Grenoble. Allí solo estudiaba idiomas (para las demás materias asistía a la escuela central) y al cabo de su primer curso había hecho tantos progresos en latín y griego que comenzó también a estudiar hebreo, árabe, siríaco y caldeo.

A los doce años de edad conoció a Jean-Baptiste Joseph Fourier, que había sido nombrado prefecto del departamento de Isère a principios de 1802, poco después de haber regresado de la expedición de Napoleón a Egipto. Fourier, que había trabajado en el Instituto de Egipto en El Cairo y estaba encargado de redactar el prefacio a la monumental Descripción de Egipto (Description de l'Égypte), se encontró con Champollion en una de sus visitas de inspección a las escuelas e, impresionado por su interés en Egipto, lo invitó a la prefectura para que viera su colección de antigüedades. Después de contemplar los hasta ese momento incomprensibles jeroglíficos salió de allí no solo decidido a intentar descifrarlos sino convencido de que lo conseguiría.

En 1804 se inauguró el Liceo de Grenoble y, a principios del mismo año, Champollion aprobó el examen de ingreso y obtuvo una beca que cubría las tres cuartas partes de los gastos. Los Lycées habían sido establecidos por una ley napoleónica en 1802, se crearon cuarenta y cinco en toda Francia y pretendían ser escuelas de elite, con un programa de estudios completamente uniforme y regidos por una disciplina militar en régimen de internado a la que Champollion no pudo adaptarse en los dos años y medio que pasó allí. Estaba agradecido a su hermano, que costeaba los gastos que no cubría su beca, pero siempre estaba falto de dinero en comparación con sus compañeros, la mayoría provenientes de familias acomodadas, y además tenía prohibido dedicarse a sus propios estudios de lenguas orientales, los únicos que realmente le interesaban incluso en sus horas libres. Aprendió en privado el copto, el italiano, el inglés y el alemán. En 1807 los estudiantes del liceo protagonizaron una revuelta en contra de las estrictas normas de estudio, y Jacques-Joseph finalmente permitió que su hermano viviera en su casa, bajo su cuidado y tan solo acudiera a la escuela cuando lo considerara necesario.

En agosto de ese mismo año terminó sus estudios en Grenoble, y Champollion se trasladó a la capital, París, con el fin de proseguir con sus estudios sobre lenguas antiguas. Comenzó entonces su interés por el estudio de los jeroglíficos egipcios, y no era el único: por toda Europa, los intelectuales, encerrados en bibliotecas, y en el más estrecho de los hermetismos, trabajaban cada uno por su cuenta para ser el primero en resolver el acertijo de los jeroglíficos. Presionado por los magros, pero constantes avances de algunos de estos eruditos, Jean-François sentía que el tiempo se le escapaba; tan solo su hermano, con grandes dotes para las lenguas antiguas y que ya había hecho un fallido intento de descifrar la piedra Rosetta, comprendía el afán de su hermano. De nuevo le apoyó financieramente a pesar de que debía de mantener una familia en aumento.

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1797

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