CATALINA DE ERAUSO

LA MONJA ALFÉREZ

Catalina Erauso y Pérez Galarraga (San Sebastián, Guipúzcoa; c.1585 o 1592 — Cotaxtla, cerca de Orizaba, Nueva España; c.1650), popularmente conocida como la Monja Alférez, fue una militar, monja y escritora. Uno de los personajes más legendarios y controvertidos del Siglo de Oro español. Durante casi 400 años, el mito de la prodigiosa Monja Alférez ha permanecido vivo a través de estudios históricos, relatos biográficos, novelas, películas y cómics.

Algunas fuentes citan 1585 como el año de su nacimiento, incluyendo la polémica autobiografía de 1626. Otras fuentes señalan el año 1592 como año de su nacimiento de acuerdo principalmente a su partida de bautismo (10 de febrero de 1592). Sin embargo, este podría ser el año en que fue bautizada con siete años de edad, situándose su nacimiento en 1585 (tal y como la propia Catalina afirma en su autobiografía).

En el Archivo Histórico Diocesano de San Sebastián aparecen los bautismos de sus hermanos Juan (1590) e Ysabel (1591), así como el suyo (1592), pero con los apellidos escritos Herauso Galarraga, y la observación "Partida inscrita fuera de su orden cronológico".

Se sabe que fue hija del capitán Miguel de Erauso y de María Pérez de Galárraga y Arte, naturales y vecinos acomodados de la entonces Villa de San Sebastián. Su padre fue un importante militar, comandante de la provincia vasca a las órdenes del rey Felipe III. Desde su infancia jugaba con su padre y sus hermanos en las artes de la milicia.

A los 4 años de edad, aproximadamente en el año 1589, fue internada en el convento dominico de San Sebastián en su pueblo natal, junto a sus hermanas Isabel y María. En ese convento, su tía doña "Úrsula de Urizá y Sarasti", prima hermana de su madre, ostentaba el cargo de priora. Dicho convento se hallaba unido a la Parroquia de San Sebastián el antiguo, llamada así por ser tradición en la ciudad, sitio donde estuvo la primera población con ese nombre. Era una práctica normal en ese tiempo internar a tan temprana edad a las niñas para ser educadas según los criterios del catolicismo, en "las labores propias de su sexo" y posteriormente poder ser desposadas "como Dios manda".

Por su carácter explosivo y ante la dificultad de las religiosas de ese convento para controlarla, fue trasladada al Monasterio de San Bartolomé de San Sebastián, donde las normas eran mucho más estrictas, y en este lugar vivió hasta los 15 años. Allí se dio cuenta de que no tenía vocación religiosa, por lo que se sintió encarcelada y rehusó profesar los votos. En una ocasión llegó al convento una novicia viuda llamada doña Catalina de Aliri, con quien tuvo altercados y peleas a golpes constantes, siendo ésta la causa de la reclusión en su celda. Por tal motivo, la noche del 18 de marzo de 1600, víspera de San José, encontró las llaves del convento colgadas en un rincón y aprovechó para escapar; se hizo ropa de hombre con los materiales que tenía a su alcance, se cortó el cabello y escondió el hábito. Contaba entonces con unos 15 años de edad.

A partir de entonces comenzó una vida de prófuga que posteriormente narró en su autobiografía, lo que le otorgó una gran fama. Anduvo de pueblo en pueblo comiendo hierbas y manzanas que encontraba en el camino, y así llegó a pie hasta Vitoria, ciudad que dista 20 leguas de San Sebastián. Ahí encontró al doctor don Francisco de Cerralta, catedrático, quien la recibió y le ofreció vestido sin reconocerla. Este hombre estaba casado con una prima hermana de su madre. Estuvo con el catedrático durante 3 meses, en el cual aprendió algo de latín. Tras haberla forzado a seguir estudiando y un intento de abuso sexual, Catalina tomó dinero del doctor y se encontró con un arriero con quien se conformó y llegó hasta Valladolid, en donde en ese entonces residía la corte del rey Felipe III, ampliamente influido por el Duque de Lerma, "Valido del Rey". Catalina sirvió en la corte como paje del secretario del rey Juan de Idiáquez, disfrazada de varón y bajo el nombre de Francisco de Loyola, durante siete meses. Tuvo que huir de Valladolid cuando se encontró con su padre, que venía buscando a Don Juan de Idiáquez, pues eran buenos amigos.

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1589

MARÍA PITA

LA HEROÍNA GALLEGA