LA REBELIÓN DE LOS BOXER

El Levantamiento de los bóxers (義和團之亂 o 義和團匪亂), conocido en China como el «Levantamiento Yihétuán» (chino tradicional: 義和團起義, chino simplificado: 义和团起义, pinyin: Yìhétuán Qǐyì, ‘los puños enhiestos’ o, literalmente: ‘los puños rectos y armoniosos’), fue un movimiento, iniciado en noviembre de 1899 y finalizado el 7 de septiembre de 1901, surgido en China contra la influencia foránea en el comercio, la política, la religión y la tecnología de los últimos años del siglo XIX. En agosto de 1900, cerca de 230 extranjeros, miles de chinos cristianos, un número desconocido (entre 50.000 y 100.000) de rebeldes, sus simpatizantes y otros chinos habían muerto en la revuelta y su represión.

En 1839 estalló la Primera Guerra del Opio entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y China. Esta y la Segunda Guerra del Opio fueron libradas debido a las disputas sobre el comercio del opio en China, en tanto la corte imperial de Pekín trataba de prohibir dicho tráfico. Los comerciantes británicos no pensaban renunciar al negocio de esta droga, que era cultivada en grandes extensiones en la India y exportada más tarde a todo el sureste asiático contando con la complicidad de funcionarios chinos corruptos. Tras la fácil derrota del mal equipado ejército chino, Gran Bretaña obligó al gobierno imperial a cederle la isla de Hong Kong a perpetuidad (a la que más tarde se agregaron la península e islas adyacentes), permitir las importaciones de opio y abrir una serie de puertos al comercio extranjero; todas estas condiciones eran manifiestamente lesivas para China a la vez que limitaban la política de restricciones a los extranjeros que había seguido la Dinastía Qing.

En esa misma época, los franceses, rusos y japoneses comenzaron a aumentar su influencia sobre China. Debido a su inferioridad económica y militar, la dinastía Qing fue obligada a firmar numerosos acuerdos que serían conocidos como los «Tratados Desiguales». Dentro de estos se incluyen el Tratado de Nankín (1842), el Tratado de Aigun (1858), el Tratado de Tianjin (1858), la Convención de Pekín (1860), el Tratado de Shimonoseki (1895) y la segunda Convención de Pekín (1898).

En el año 1895 China fue severamente derrotada en una guerra contra Japón. El enfrentamiento, particularmente violento, se saldó con la pérdida de las islas Pescadores y Formosa, además del pago de fuertes indemnizaciones y concesiones comerciales a los vencedores. Todo esto se tradujo en una importante crisis económica en todo el país, así como en una humillación nacional ante una nación vecina que se había occidentalizado velozmente.

Los tratados firmados con las potencias europeas y con Japón fueron considerados fuertemente injustos por muchos chinos, creciendo así su odio hacia los foráneos así como su desaprobación hacia el gobierno imperial, cuyo prestigio había quedado muy disminuido con las severas derrotas militares ante Reino Unido en 1840 y más recientemente con la guerra de 1895 con el Japón, las cuales no solamente implicaban el pago de enormes indemnizaciones a los vencedores sino además la pérdida de territorios.

Tales fracasos, unidos a la pérdida de ingentes cantidades de territorio sin apenas discusión (Hong Kong, Formosa, Corea, la región del Amur, la isla de Sajalín, partes de Mongolia exterior y Asia Central, etc.) causaron una fuerte conmoción en el pueblo, hasta entonces inmerso en la idea ficticia de una superioridad absoluta del Estado chino frente a unos «bárbaros» extranjeros a los que se despreciaba.

La propia Dinastía Qing había alimentado durante décadas la idea de la «superioridad» del Imperio Chino frente a los foráneos, calificados despectivamente como «bárbaros», pero las graves derrotas de 1840 y de 1895, junto con la intervención militar de Francia y Reino Unido en 1854 (que llegó a invadir y saquear la propia Pekín) mostraban a muchos funcionarios que la ideología de la corte imperial estaba muy alejada de la realidad, y que el atraso tecnológico y económico de China la convertía en presa fácil de las ambiciones extranjeras. No obstante, esta situación también generó un silencioso pero firme rechazo de algunos intelectuales a toda la cultura foránea y a la propia presencia de extranjeros en China, acusando a la corte imperial de debilidad ante esta situación; pronto comenzaron a cundir los rumores sobre crímenes realizados impunemente por los extranjeros, ante los que el sumiso emperador prefería ignorar.

Pulsa sobre el enlace de la wikipedia para leer más sobre LA REBELIÓN DE LOS BOXER